El texto que los lectores podrán disfrutar a continuación recupera la memoria de un tiempo épico y terrible, lleno de crueldad y odio, pero también de entrega y compañerismo. Las palabras escritas por Ángel Longarón nos retrotraen a un momento de los más trágicos de nuestra larga historia, y que en gran medida ha mediatizado el desarrollo de nuestro país y la idiosincrasia colectiva de la España en que vivimos.
Sin embargo, también hallaremos el consuelo que nos proporcionan las situaciones cómicas acaecidas hasta en lo más profundo del desastre, el hondo sentido de la justicia que siempre guio los pasos de su autor, su cálido cariño hacia sus compañeros y su respeto hacia un enemigo que, no pocas veces, estaba más próximo a ellos que los embrutecidos golpistas que les obligaron a enfrentarse a sus hermanos. A sus hermanos de origen y a sus hermanos de clase social.
En estas páginas seguiremos sus pasos, compartiremos sus desdichas, lamentaremos su irremediable pérdida o nos alegraremos de su feliz super¬vivencia. Eran hombres y mujeres ya desaparecidos que habitaron un país y padecieron unas circunstancias que pueden parecernos distantes y nos son, en verdad, más próximas de lo que a veces desearíamos. Nada queda sino animar al lector a que se sumerja en esta historia, tan parecida —y a la vez tan distinta— a la de tantos otros protagonistas de aquel momento histórico fascinante, salvaje y arrebatador que fue nuestra guerra civil. La guerra en la que infinidad de hombres y mujeres demostraron que vale la pena jugarse la vida, y perderla en caso necesario, por la causa eterna de la Justicia y la Libertad.
Del estudio introductorio de Luis-Antonio Palacio








