Una nueva vida, un nuevo barrio, una vecina guapa y simpática, y el recuerdo obsesivo y nostálgico de un viejo mimo que actuaba en el parque, haciendo felices a los chiquillos y devolviendo su olvidada infancia a los adultos. Así de sencillo.
SiEl beso de las nueve fuera música, no sería una voluminosa y complicada partitura, sino quizá un gracioso cuarteto de cuerda, un airoso motete, un sugestivo adagio. Carlos Álvarez de Eulatemaneja la batuta con la sabiduría a que nos tiene acostumbrados, guiando al lector por ese familiar universo de certezas y de dudas, para alcanzar el luminoso final del camino.
El beso de las nueve es un ejercicio narrativo cargado de sensibilidad, que se va introduciendo sutilmente hasta lo más recóndito del corazón, allí donde duermen los recuerdos de los viejos amores. Allí donde acaso palpitan las esperanzas de los amores nuevos.