Carmen Serna Montalvo llegó a la poesía como llegan a la vida los vaivenes: recorriendo caminos, ocupando espacios a veces inaccesibles, auscultando con deseo y decisión las sensaciones y removiendo los cimientos de los otros. No fue poeta de presunciones, sino poeta de cercanías –a veces doloridas- y de compromisos, consigo misma unas veces, y otras con los mundos, que nunca habitó una sola casa ni se dejó llevar por un solo viento. Como dice M. Carmen Gascón en la presentación de este libro, si cada vivir tiene su banda sonora, Carmen Serna compuso la suya viajeramente inconformista, con percusión desde las raíces y con un vendaval de palabras que resuenan con ruptura y esperanza.
Recuperar hoy una parte de la poesía de Carmen Serna es devolver al panorama poético una voz propia que participó en la vida cultural, mucho más allá de su tierra, y que trajo un sentido novedoso, entre sencillo y transcendente, al quehacer literario y pensante de las últimas décadas del pasado siglo y primera de este. Ceniza y esperanza, como el título de su primer poemario en 1983, ceniza y esperanza unidas en una explanada de imágenes y vivencias que hacen de la poeta la dueña de palabras indispensables. “Tus versos no viajan en maleta y la vida es un reloj”. No enmendemos a M. Carmen Gascón, que así la veía, y comprobemos el valor de una mujer poeta que hoy, por fortuna y a través de nuevos versos, se ofrece a nuestro alcance.










