De nuevo la singular pareja formada por el comisario Ripoll y el joven Jordi Brotons, director del hotel Manila, enfrentados esta vez a una oscura trama de asesinatos, ambiciones políticas y pactos diabólicos.
De nuevo Barcelona, escenario fantástico y también protagonista, personaje estelar de aquella Cataluña tardofranquista de 1971.
En esta segunda entrega de la saga que comenzó con Manila Hotel, a la ingeniosa intriga propia de la novela negra más auténtica, el talento de su autor, Jordi Siracusa, añade en sabias proporciones pinceladas de novela gótica y cómplices referencias a nuestra Historia reciente. Un cóctel literario que, degustado el primer sorbo, atrapará al lector en una sutil tela de araña en la que permanecerá gozosamente enredado hasta la última página.
Los infinitos nombres del diablo, a pesar de su infinitud o acaso precisamente por ella, se contienen en la mezquina y despreciable pequeñez de la maldad humana. El maligno está mucho más cerca de lo que suponemos. Nos acecha (te acecha, lector) a la vuelta de la siguiente esquina o al paso de la siguiente página.