Uno de los lugares comunes de la historiografía sobre la Confederación Nacional del Trabajo es su oposición a la participación de sus miembros en las entidades que ejercían el poder, entre las que se encontraban los ayuntamientos, hasta que el inicio de la guerra hizo variar completamente la situación. Pero una cosa son las declaraciones de los dirigentes, los numerosos artículos publicados en prensa y las a menudo broncas discusiones en los congresos y otra, muy diferente, la realidad.
La presencia en los ayuntamientos, aunque autorizada por el Congreso cenetista de junio de 1931, fue muy reducida y apenas es conocida. Hasta ahora, antes del inicio de la guerra, solo lo era en cinco ayuntamientos españoles, todos ellos situados fuera de Aragón.
El detallado estudio recogido en este libro muestra que durante la Segunda República hubo miembros de la CNT en al menos 43 ayuntamientos aragoneses (desde el balcón de uno de ellos, un concejal llegó a gritar en la primavera de 1931 ¡Viva la anarquía!). En julio de 1936 eran 70 los cenetistas presentes en 41 ayuntamientos de toda la geografía aragonesa, algunos tan importantes como Alcañiz o Barbastro.
Esta presencia no solo fue especialmente numerosa, sino que a pesar de que el acuerdo del Congreso prohibía compatibilizar cargos representativos en los ayuntamientos y en la organización, los anarquistas aragoneses no tuvieron ningún problema en hacerlo. Otros compatibilizaron su afiliación anarcosindicalista con su militancia en el Partido Republicano Radical Socialista y, más tarde, en Izquierda Republicana o Unión Republicana.
En este libro se analiza la presencia de miembros de la CNT en los ayuntamientos aragoneses durante la Segunda República, así como su trayectoria previa, su actuación como alcaldes y concejales, la que llevaron a cabo tras el inicio de la guerra y la represión que sufrieron muchos de ellos.