El papel que los labradores desempeñaron en los sitios de Zaragoza es mal conocido, a pesar de haber sido muy importante. Se actividad se desarrolló en dos ámbitos distintos. Por una parte el ideológico, al ejercer el liderazgo de una parte importante de la población zaragozana, consiguiendo llevar a cabo el levantamiento zaragozano del 24 de mayo de 1808; imponiendo a Palafox al frente del movimiento, como capitán general; y siendo su principal apoyo tras su retorno a España en 1814. Por otra, la importante aportación que realizaron a la defensa de la ciudad, creando unidades militares propias y defendiendo puntos estratégicos, como el castillo de la Aljafería, la puerta de Santa Engracia y el Arrabal.
A pesar de ello, su papel es poco conocido. La propia denominación genérica de «sitios» para el conjunto de operaciones militares que tuvieron lugar en el entorno de la ciudad (algunas de ellas muy alejadas del casco urbano) ha contribuido a dejar en un lugar secundario las operaciones militares que tuvieron lugar en la huerta de la ciudad, así como al papel que desempeñaron las torres en la defensa de la misma.
En el estudio de los sitios de Zaragoza, nuestra visión sigue dependiendo en buena medida de lo que en su día escribió Agustín Alcaide, cuya obra responde a la versión oficial de los hechos y fue publicada dos décadas después de que ocurriesen. Su autor había vivido algunos de los acontecimientos que narra y disponía de documentos y de acceso a las personas que los habían protagonizado. Tuvo también la preocupación de ofrecerse a corregir los hechos narrados, lo que le permitió incorporar correcciones, ampliaciones e, incluso, nuevas visiones de los acontecimientos en el tercer tomo de su obra.
Sin embargo, apenas se conoce nada sobre la procedencia social de los defensores de Zaragoza, acerca de sus motivaciones para encabezar el levantamiento o sobre las formas en que se organizaron; cuestiones que son claves para la comprensión de la resistencia zaragozana.