Estamos ante un personaje irrepetible, que proyecta y continuará proyectando, sin duda, sus luces junto a sus sombras y al que es muy difícil –a la vez que injusto– juzgar objetivamente hoy a la luz de los tiempos que corren. Pero si ponemos el punto de mira del visor en un personaje que, en la convulsa España social de la inmediata «ante guerra civil», se atrevió a reivindicar ante los afiliados de la Unión General de Trabajadores no ya el «derecho» sino, esencialmente, la «obligación» de vivir bien, antes que de un excelente ingeniero, estamos hablando, sin duda alguna, de «una buena persona»
José Ramón Marcuello Calvín