La investigación es uno de los pilares sobre los que se asienta la razón de ser de cualquier museo que se tenga como tal. Es nuestra obligación indagar sobre las propias colecciones que conservamos y servir de plataforma colaborativa para investigadores externos. El fomento de estos dos aspectos es una de nuestras más repetidas ideas, pues un museo no es un simple almacén visitable de objetos bellos o curiosos. Es mucho más y lo es gracias a la investigación que permite que el centro multiplique su potencialidad como institución al servicio de la sociedad.
En esta ocasión, la nueva entrega del órgano de expresión del Museo de Zaragoza contiene una monografía dedicada a la rigurosa edición de un raro testimonio epigráfico, una inscripción en lengua celtibérica escrita con alfabeto latino a la que se ha bautizado como el Bronce de Novallas, por ser esa la localidad zaragozana en la que se recuperó el fragmento de la placa de bronce.
Se justifica este tema en el Boletín por la pertenencia de la inscripción a la colección permanente del museo, donde se exhibe como parte del extraordinario fondo de epigrafía antigua sobre láminas de metal que atesora nuestro centro: los bronces de Botorrita, la tábula de Gallur o el bronce de Agón, además de otras piezas menores. Sin duda, uno de los conjuntos más importantes de España.
Es una satisfacción que el trabajo corra a cargo de investigadores de la Universidad de Zaragoza con la que el museo siempre ha tenido una fuerte vinculación. No en vano, hoy en día participamos en cinco proyectos de investigación auspiciados por la universidad cesaraugustana, pues la colaboración institucional es uno de los motores que nos hacen avanzar en el conocimiento. Hoy no se concibe una línea de trabajo próspera sin la convergencia de equipos humanos e instituciones y así lo entendemos desde el Museo de Zaragoza.
El Bronce de Novallas es diseccionado en las páginas que siguen desde varios puntos de vista: histórico, arqueológico, lingüístico y paleográfico para extraer de él toda la información novedosa que contiene. En esencia, este singular documento es una valiosa aportación al conocimiento de las lenguas paleohispánicas y, en concreto, al habla que utilizaron los celtíberos del valle del Ebro en un momento crítico de la romanización, pues poco después desapareció como tal, sustituida definitivamente por el latín.
En el Museo de Zaragoza nos sentimos muy satisfechos por apoyar la edición de este singular fragmento epigráfico que refuerza nuestra labor de contenedor, conservador y difusor de los más reveladores bienes de la historia remota y reciente de lo que hoy es Aragón.