Hay una infinita diferencia cualitativa entre Dios y el hombre, de modo que el lenguaje se muestra siempre inadecuado para expresar la realidad divina. Por más que la persona cobije en sí la presencia de lo divino no es capaz de nombrarlo. El saber sobre el misterio divino termina en silencio.
Por otra parte el misterio de Dios, por toda su grandeza, por su necesidad, es lo que más debe ser proclamado aunque no digamos lo que querríamos y deberíamos decir, sino lo poco que somos capaces de expresar. Incluso la palabra más certera, la mejor escogida no pasa de ser cifra, de signo taquigráfico. Cuando queremos hablar de Dios nos descubrimos como balbuceando un no sé qué.
Constantemente debemos meditar sobre la forma que debe tomar nuestro rigor para hablar de Dios. Sólo podremos hablar de Dios si pensamos divinamente las cosas divinas, si hacemos la experiencia del pensamiento abismal de su misterio, si en nuestras meditaciones sobre Dios no hacemos retroceder parcialmente su carácter misterioso –su divinidad diferenciadora- para dejar al descubierto un panorama intelectual abarcable.
Quien nos enseña acerca de Dios es Dios mismo. El Espíritu, que “todo lo escudriña, hasta las profundidades de Dios” (1Co, 2, 10), es quien nos da el conocimiento del misterio divino
Cómo hablar de Dios hoy
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Autor: José Mª Andreu Celma
Hablar DE DIOS ES TAN PELIGROSO COMO NECESARIO. Dios está más allá de todo lo que podamos decir de Él.
Categoría: Teología
Autor | Jose María Andreu Celma |
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